Sus pies indican siempre las dos menos diez. Camina con pesadez, en un vaivén continuo. Raramente mira al frente y jamás cruza la vista con los demás viandantes. Viste de negro, pero su estampa no es triste. Cualquiera se da cuenta de que jamás salió una lágrima de sus ojos, jamás dudó en un paso, jamás se arrepintió del anterior.
Ahora espera paciente, andando despacio, como un péndulo que se agota ajeno al diluvio.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Cuán afortunado es.
espera espera, que no puedo dejar de sonreir. No por él, sino porque me gusta como le dices.
Te sigo ;)
Publicar un comentario