Era joven e iluso. Sin barba apenas. Sorbía de a poco una cerveza que me nublaba los sentidos, y hablaba de futuros lejanos y mundos posiblemente mejores. Entonaba con la confianza de los mentirosos que nada pueden perder.

     Su sonrisa enorme me desconcertó. Parecía feliz y eso nunca es buen presagio. Sacó un papel y un bolígrafo de algún lugar y se apoyó en la barra para escribir.

     Temo las tormentas de verano y las noches eternas sin su cuerpo.

2 comentarios:

moonriver | 30 de julio de 2012, 0:35

Y los relámpagos del recuerdo y los rayos del olvido...

Yeamon Kemp | 30 de julio de 2012, 1:55

Las dos caras de una misma moneda. O incluso la misma cara; y del otro lado no hay nada.

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