Como cada tarde, Ramón salió a pasear. Calle abajo hasta la plaza, después a la derecha por la avenida nueva y antes de llegar a la frutería de Angelines, otra vez a la derecha para callejear hasta su portal. Veinticinco minutos justos.

     Pero aquel martes el paseo duró algo más de dos horas. Lo mismo ocurrió los días posteriores. Contar más de sesenta años separados y recordar una guerra juntos no se puede hacer con prisas.

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