Una mirada al interior de sus ojos y un leve gesto con la cabeza fue suficiente para que Alberto supiera que su madre quería hablar con él. Se hizo el resignado y la siguió a su cuarto. De nada sirvieron todas las preguntas ni los gestos de cariño y comprensión. Era normal que estuviera preocupada, pero de ningún modo le iba a contar lo que le sucedía. Ver vaginas por todas partes, oler vaginas en todos lados y sólo poder pensar en vaginas no le parecía algo que su madre fuera a entender.
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3 comentarios:
He descubierto éste tu otro blog hace apenas 10 minutos y me hallo total y absolutamente cautivada. Es buenísimo, sin menospreciar Uno por barba. ¿Los dibujos son tuyos?
Me alegra mucho que te guste. Uno por barba no se va a sentir agraviado de ningún modo. Y sí, son garabatos que hago de vez en cuando.
Pues felicidades, porque, al igual que los textos, son muy buenos.
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